Los especialistas coinciden en este punto: no a todo el mundo le sienta la soledad ni la adrenalina del poder. Hay personalidades que, según dicen ellos, no digieren el odio que provoca en los demás llegar a lo más alto. Por otra parte, las decisiones de alto riesgo y la retención de secretos explosivos son, también, patrimonio de ese perfil de líderes que deben decidir, en la más absoluta intimidad, si, por ejemplo, van o no a una guerra. Decisiones donde, además, se juega el futuro individual o colectivo a cara o cruz. En pocas palabra: habitar la cima no es para cualquiera, y este asunto, al parecer, trasciende el mundo de las ideas y se mete, de lleno, en el de las emociones. (La Nacion. 20.01.09)
lunes, 21 de enero de 2008
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