“Mientras lo escuchaba desentrañar los misterios de la teoría de números observé por primera y única vez en mi vida la genialidad en su forma auténtica y pura. No era preciso entender de matemáticas para percibirla. El brillo de sus ojos y la íntima fuerza que emanaban de su ser constituían pruebas concluyentes. Era un auténtico purasangre. (…) Ante la personificación de lo que yo no era en modo alguno, acepté por fin como verdadera máxima: mathemáticus nascitur non fit. El verdadero matemático nace, no se hace.” (DOXIADIS : 137 – 138)
miércoles, 27 de febrero de 2008
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